Por Gabriel Brito
Hugo Sigman y Silvia Gold son los creadores del Grupo Insud, de donde se desprende Insud Pharma, su rama farmacéutica internacional. Un emprendimiento que tiene sus orígenes en España, a fines de los ’70, cuando comenzaron con lo que fue el Grupo Chemo, desde donde adquirieron experiencia, relaciones políticas y económicas y se contactaron con talentosos grupos de científicos.
Insud adquirió relevancia con la pandemia; supo entrelazar la acción conjunta de lo público y lo privado. Hoy, tiene en sus manos dos negocios y un proyecto que lo ponen al frente de la industria farmacéutica local para derrotar al COVID-19: la producción para América Latina de la vacuna de Oxford-AstraZeneca, la provisión del suero equino hiperinmune y ensayos clínicos avanzados con Ivermectina. Sin duda, hablamos de una empresa nacional que supo adecuarse para enfrentar la pandemia, conduciendo tres proyectos que hoy son fundamentales para el mundo y una salida para nuestro país atravesado por una profunda crisis política, social, económica y sanitaria.
Ante una nueva escalada de contagios, muertes y empresas devastadas en el mundo, es necesario destacar la labor de Gold y Sigman, quienes supieron comprender la magnitud de la enfermedad, conocen lo que son las presiones sociales, políticas y mediáticas ante una catástrofe de esta magnitud. Saben también, que la pandemia es brutal, que aumentan los casos, que se propaga fácilmente y que nuestro país tiene una economía paralizada y necesita soluciones urgentes, tal vez más que ningún otro en la región, por la tensión y conflictividad social.
Estos dos emprendedores supieron tejer alianzas en el mundo entero, donde el Estado siempre es un buen socio. Saben que los gobernantes necesitan mejores condiciones sanitarias para los sectores vulnerables, una cuestión de sentido común, que en nuestro país no siempre se aplica. En este mundo globalizado donde hay fondos disponibles para combatir la pandemia, supieron promover la ciencia argentina en busca de soluciones.
Hoy, el Grupo Insud sabe que la vacuna que se fabrica en la localidad de Garín, en la moderna planta de mAbxience, tiene ventajas sobre las demás y que no requiere cuidados difíciles de salvar. Nuestro país es extenso y la logística no es un tema menor. En este sentido, la vacuna de AstraZeneca, es natural pensarla como de acceso masivo. También se trata de un medicamento innovador en cuanto a lo tecnológico se refiere. Técnicamente fue producida por la Universidad de Oxford y concebida bajo un concepto de equidad y fácil acceso: no va a costar más de 4 dólares la dosis y hay un acuerdo de fabricarla en otros países. Que se pudiera distribuir equitativamente, fue una condición de la universidad británica.
La distribución igualitaria en todos los sectores de la sociedad debe ser practicada, principalmente en los barrios más vulnerables donde hace estragos. ¿Por qué?, porque es muy difícil para ciertos sectores de la población permanecer aislados en espacios reducidos. La pandemia perjudica a los trabajadores con ingresos diarios y a quienes lograron ahorros con esfuerzo y que los vieron diluirse durante el aislamiento. En un sistema de salud colapsado, médicos y enfermeras agotados y mal pagos, es difícil una salud para todos y todas. Los sectores más acomodados tienen un mejor acceso y en este contexto la democratización es un objetivo de difícil realización.
El Grupo Insud sabe que su labor es relevante en esta Argentina. En esta época de crisis, mAbxience es la nave insignia que comenzó dando trabajo a los garinenses. Después de la hecatombe macrista, supo convertirse en abanderado de la ciencia y la tecnología argentina y en sus entrañas está la producción regional de vacunas de Oxford – Astra Zeneca. También produce una proteína, la del suero equino, que después de ser aprobado por la autoridad reguladora (ANMAT), se distribuye para pacientes con Covid-19 del sector público y privado.
Al mismo tiempo, Insud tiene en carpeta otro estudio científico, muy promisorio, con la droga antiparasitaria Ivermectina, la cual evidenció un potente efecto antiviral. Cuando salió la noticia, sin dudarlo, comenzaron a recalificar el genérico de Ivermectina en la OMS, registrando distintas formulaciones y trabajando para inscribirlo en la Agencia Europea de Medicamentos (EMA).
En el ensayo clínico reciente, con Ivermectina, participaron investigadores de Conicet con financiamiento privado y público del ministerio de Ciencia y Tecnología. Según los responsables del Grupo, los resultados son sumamente interesantes, de modo que tienen fuertes esperanzas para que se pueda ampliar su indicación para el COVID-19.
En síntesis: ¿es el trabajo del grupo y sus colaboradores una muestra fehaciente de la importancia que representan para un país los empresarios, científicos y trabajadores en el desarrollo y la democratización de la ciencia, tecnología y salud? O es un “negocio concentrado” como afirma Elisa Carrió: “La vacuna rusa es una imposición de Cristina Kirchner al gobierno de Alberto Fernández, quien ya tenía el negocio armado con Sigman, un negocio concentrado. Sigman es el gran financista de la campaña de Alberto y tiene como su íntimo amigo y casi socio al tucumano Juan Manzur” Carrió lo asevera pues el ex ministro fue quien tejió la alianza publica y privada del Estado Nacional con la empresa Sinergium Biotech de la cual Sigman es uno de los accionistas principales. En aquellos tiempos se llamó a una licitación publica internacional, donde la empresa se adjudicó el suministro y la producción local de vacunas antigripales estacionales y pandémicas. Un “negocio concentrado” con el Estado Nacional, de alianza público – privada donde, con mucha destreza empresarial, se beneficiaron la mayoría de las farmacéuticas nacionales e internacionales que integran el “club de vacuneros”.