Crece el apoyo a la causa por el obispo asesinado en dictadura

Carlos Ponce de León era obispo en el corazón industrial de Argentina durante el terrorismo de Estado. Por el aniversario de su martirio se realizó, por primera vez, una misa del obispo local, más otra celebración en el lugar del asesinato y un gesto del Papa Francisco.

Por Lucas Schaerer

La voz del hermano clama justicia.

Así lo siente la comunidad creyente y militante que no olvida al obispo Carlos Horacio Ponce de León.

El obispo que enfrentó con más parresía, coraje traducido de la jerga eclesiástica, al terrorismo de Estado en la década del setenta fue asesinado por ser un pastor que defendió a sus ovejas. No sólo los bautizados. Inclusive por aquellos que no eran católicos. De allí que hubo un complot de distintos jerarcas militares, en la localidad de San Nicolás, provincia de Buenos Aires, para asesinar a Ponce de León. El monseñor que había nacido en localidad de Navarro, provincia de Buenos Aires, y había tenido su misión pastoral en barrios de clase media porteña no levantaba sospechas de ser un “subversivo”, por el contrario. Pero el pueblo evangeliza y reunge como considera el magisterio del Papa Francisco. Fue en el encuentro con el santo pueblo fiel de Dios de la diócesis de San Nicolás, con sus barrios periféricos, en las protestas de los trabajadores por sus derechos, como en las cárceles o recibiendo a los familiares de estudiantes católicos detenidos que Ponce se transformó en el menos esperado y más poderoso opositor por la institución que representaba, la iglesia católica, en el corazón industrial de la Argentina que pretendía destruir el titular de la acería ACINDAR, José Alfredo Martínez de Hoz (h), luego ministro de economía de la Junta Militar. El obispo se había metido. Pero los genocidas preferían, el no te metas.

El 11 de julio de 1977, a la mañana muy temprano, Ponce manejaba su pequeño auto hacia la Ciudad de Buenos Aires. Siempre se aseguró que llevaba pruebas de los desaparecidos hacia la conferencia episcopal y la embajada del Papa, llamada Nunciatura. Pero no llegó. Fue interceptado, a la altura de Ramallo, por una camioneta que funcionó de barricada en una ruta invisible de tanta neblina. El choque dejó lesiones tan graves en el obispo que la muerte lo encontró en la clínica. La impunidad de la causa judicial en dictadura fue un hecho. En democracia recién en febrero de este año, la cámara de Rosario, determinó que se debía volver a investigar el complot del asesinato. Se espera aún el avance de las indagatorias a los genocidas.

Para no olvidar al hermano que clama hubo este martes 11 de julio dos acciones centrales. Una sorprendió. Muchos la esperaban hace años y finalmente llegó. El actual obispo de San Nicolás, Hugo Santiago, ofició una misa, en la catedral local, por su hermano en la fe asesinado. Allí dio un paso muy importante al permitir los testimonios de una religiosa como otros por escritos sobre el actuar de Ponce de León. “Visitaba los presos políticos” se llegó a decir en la misa, cuando en la diócesis hablar de fe y política era blasfemia. Hasta en su predica el obispo Santiago se animó a mencionar la palabra “verdad y justicia”. Luego de la eucaristía hubo un responso ante la tumba de Ponce.

No fue fácil conmover al obispo en San Nicolás. Fue un proceso. Entre otras razones se movieron otros clérigos. Nadie da nombres, pero el propio Santiago reconoce en privado que recibió llamados de personas importantes para saber qué estaba haciendo por la causa de Ponce de León. No obstante, hubo acciones visibles que muestran el camino. A fines de abril, en la última plenaria de los obispos, el titular de la Conferencia Episcopal Argentina (CEA), Óscar Ojea, habló puntualmente de la impunidad. “Queremos dar gracias a Dios por la vida y el ministerio del Beato Enrique Angelelli y también de monseñor Carlos Ponce de León, cuando su auto chocó con una camioneta en la ruta nacional 9 y su muerte todavía no ha sido esclarecida, que junto con otros obispos estuvieron a la altura de su responsabilidad pastoral, defendiendo la misión de la Iglesia y su servicio al Evangelio y realizando de un modo ejemplar una auténtica escucha misionera, con un oído en el pueblo y el otro en el Evangelio”.

Más temprano el martes, en la ermita al costado de la ruta donde fue impactado Ponce, se celebró otra misa pese al aguacero y el frío invernal. Además de la comunidad nicoleña, integrada por laicos y militantes en derechos humanos, gremiales y políticos acompañaron 19 sacerdotes y presidió la eucaristía el obispo y pro-vicario de la archidiócesis de Buenos Aires, Joaquín Sucunza.

Allí la sobrina del obispo e impulsor de la causa, María Isabel, recibió un gesto amoroso del Papa Francisco. Fue Sucunza quien entregó un Rosario fabricado en el Vaticano y bendecido por Jorge Mario Bergoglio.

En la ermita, el cura más sabio, Aníbal Pollachi, lanzó una misión con una estampita que llevaba una foto de Ponce y la frase que figura en su testamento: “Los pobres, mis amigos e intercesores”.

Soportando la lluvia bajo los paraguas había referentes en derechos humanos, como Ramiro Varela abogado por Palotinos por la Memoria, la Verdad y la Justicia, Fátima Cabrera del Espacio Interreligioso Patrick Rice y los integrantes de la Mesa de la Memoria San Nicolás.

“El Papa Francisco está al tanto y nos anima en la búsqueda”, confió Sucunza a los presentes en la ermita y aclaró que daba la bendición “con el báculo de nuestro Padre y Pastor”.

El bastón, o báculo en términos religiosos es un símbolo distintivo de los apóstoles de Jesús. Ponce de León colocó en su báculo un pelícano inclinado con su pico sobre su panza. Es el gesto de estos animales que al no tener comida para sus criaturas se picotean para dar su propia sangre.

La coherencia le costó la vida y hoy es mártir.