Anticipando la navidad la catedral metropolitana cobijó a un centenar de personas que sobreviven en la calle. A través de Red Solidaria se organizaron los bautismos y la celebración en Plaza de Mayo.
Por Lucas Schaerer
Un bebé que sobrevive en la calle fue el puntapié para más de 50 bautismos, en la Catedral primada de la Argentina, encabezados por el arzobispo porteño, en la tarde-noche, de este viernes 22 de diciembre. La navidad, que es el nacimiento de Jesús, el hijo de Dios, une ternura, fragilidad y desde allí la esperanza de la nueva vida es lo que conmovió y motorizó los bautismos para los miembros de Red Solidaria, que desde el año 2013 cuando Jorge Mario Bergoglio fue elegido Papa, sostienen y ofrecen de lunes a viernes la cena a los sin techos que se acercan a la vereda de Plaza de Mayo, sobre la calle Rivadavia, justo frente a la sede de la curia porteña.
La ceremonia bautismal estaba citada a las siete de la tarde. Sin embargo, a las cinco ya estaba Red Solidaria desplegando las mesas para la celebración posterior a la ceremonia de inicio a la fe católica. El bebé que inspiró los bautismos de los sin techos llevaba tiradores negros y camisita blanca. Su madre embarazada de vestido blanco. En medio de los últimos preparativos de la familia un avioncito de papel disparado al aire, por un niño, volvía al piso a toda velocidad. Otros pibes peloteaban como si estuvieran en un potrero de la periferia y no en la plaza más conocida y céntrica de la Argentina. El bautismo fue el evento más importante de estas personas que en el bullicio de la gran metrópolis sobreviven aisladas en el medio de todos y pese a todo.
Otro bebé este año fue la gran noticia. En este caso triste, dolorosa, una llaga en el alma. Una melliza de tan sólo tres meses moría en la ranchada, el pesebre de los pobres del siglo XXI, en avenida Paseo Colón y Bernardo de Irigoyen. El 21 de abril la mala noticia recorrió el país. Sus padres y su hermano mellizo aún sobreviven en la calle.
La catedral metropolitana, que ya no cuenta con vallas en su vereda, pese a tener las puertas abiertas estaba casi vacía. Los turistas extranjeros y locales no se agolpaban para los habituales tours. A los sin techos se le sumaron los muchachos de los Hogares de Cristo, el dispositivo de los curas villeros para los adictos, de pecheras naranjas o amarillas que estaban encabezados por el joven sacerdote Gastón “Tonga” Colombres. Cada miércoles una comitiva de ellos se acerca a Plaza de Mayo desde la villa “Ciudad Oculta”. Sirven la comida y a veces son el enlace, lo que define, a los sin techos rescatarse de la calle por la mano amiga de la Familia Grande de los Hogares de Cristo. Nico es misionero. Hace diez años sobrevive en las calles del microcentro porteño.
Entre “merca”, cocaína de la más barata, changas, y un fútbol siente que no puede seguir así. No se anima a volver a su casa donde nunca sintió ser querido, por excepción de su padre fallecido. Habla con otro pibe del Hogar de Cristo que conoció en la calle. Está bautizado pero se quedó en la ceremonia. Esta noche decidió pedir una mano. Sabe que no puede sólo salir adelante. Lo intentó, pero la realidad fue más concreta que su idea.
El dueño de casa, Jorge Ignacio García Cuerva, es acompañado por su segundo, el obispo villero, Gustavo Carrara. El arzobispo micrófono en mano es muy directo con sus palabras. Qué significa bautizarse, porque renunciamos al demonio y se acepta a Dios. Tampoco deja de marcar la responsabilidad de los padrinos. “No son los regalos, tenés que estar cuando las cosas no andan bien”, predicó García Cuerva con sus modos aprendidos seguramente de su experiencia de vivir muchos años en la villa más grande de San Isidro, La Cava.
Para los bautizados en el altar descansaban Rosarios fabricados en el Vaticano, junto a prendedores con una paloma que representa la presencia del Espíritu Santo y un pequeño cuadernillo sobre el significado del bautismo. “Todas las personas, verdaderamente todas, son importantes a los ojos de Dios”. La cita es el Papa Francisco y encabeza el cancionero preparado para el bautismo de los sin techo.
En la vereda de Plaza de Mayo esperaban cinco peluqueros. Quien quería pasar por la peluquería callejera tenía la oportunidad. Por otro lado juegos para los niños, y músicos en vivo, entre ellos pasó la banda de cumbia Ráfaga. Mientras la comida se preparaba. Para el cierre el postre fueron las tortas.
De 54 anotados para el bautismo se terminaron sumando más. Fue el caso de una adolescente de 14 y su hermano de 12 con la remera de la selección de Brasil. “Veníamos a comer sin saber del bautismo y esa bendición para nuestros hijos no la íbamos a perder”. Me contó la madre de los bautizados de improviso que terminaron de agrandar la lista. Fue el propio García Cuerva quien pidió a las encargadas de ceremonial de no estresarse frente al desorden producto de las ganas de bautizarse pero sin la formalidades de quienes sobrevive en la calle a la buena de Dios.