Aviones: Poema escrito por Héctor Gurvit que obtuvo el segundo premio en la universidad de la Matanza.
Cuando nací las palomas derretían el cielo
a veces eran blancas
tenían un cartelito que decía paz
y a la vuelta de la esquina estaba el naranjero
que se despabilaba cada primavera
en la calle se formaba una escarcha resbaladiza
y los coches eran menos que los bichos de luz.
Yo me construí unos tubos de gas con dos latas de aceite
con hilo sisal
que me dejaba los hombros con moretones violeta
y una sonrisa de buzo de aire.
Pasaban los gloster a la velocidad del sonido
y arrastraban a los pibes a la bocacalle para verlos volar.
Yo no sé qué pensaban los vigilantes
que tomaban el café con leche subidos a la garita.
Cuando la lluvia se escurría por el empedrado
la calle brillaba.
A la salida de la escuela la vieja de los mil botones encendía el sol
y corríamos para tirarle de la pollera
mientras los plátanos no daban alergia porque el viento era fuerte.
Siempre atardecía con las rodillas raspadas
y una novia en un ojal que no sabía que era novia.
Las siestas nos adormecían en el cordón de los zapatos
y el cuero se ponía blanco de pelota de goma.
Los cazas seguían pasando pero nunca sabíamos a dónde iban
y nos arrastraban como enajenados.
Los 25 de mayo, en el cole, nos daban chocolate caliente y un alfajor,
la escarapela la llevábamos de la casa en el corazón blando del guardapolvo,
los gorriones no tenían patria porque están en el mundo
diseminando su color amarronado y tibio,
había algunos perros que siempre se llamaban Bobi
y gatos que no tenían nombre y andaban sueltos como los gorriones.
Yo no sé qué pasó,
pero los aviones no eran una buena noticia.