El cardenal y arzobispo cordobés reivindicó a las mujeres de los comedores y merenderos comunitarios

Ángel Rossi dedicó la misa a aquellas que trabajan de manera solidaria para darle un plato de comida a los que más lo necesitan. Además, en su homilía reveló una experiencia del Papa Francisco para dar de comer a los pobres cuando formaba a los jesuitas.

Por Lucas Schaerer

“­Quédate con nosotros, Jesús, que da miedo tanta oscuridad…! No es posible, morirse de hambre en la patria bendita del pan…!”

La letra arriba citada es una alabanza titulada “Jesús eucaristía”. El coro acompañado del bombo legüero en una pequeña capilla, de un barrio popular cordobés, fue el precalentamiento a la misa de este feriado nacional de jueves 20 de junio (Día de la Bandera), por la mañana, celebrada por Ángel Rossi, designado por el Papa Francisco con el cargo de cardenal y a la vez arzobispo de la provincia ubicada en el corazón de la República Argentina.

Que Rossi convoque y lidere la misa por “las madres de la patria” demuestra que la reivindicación pública de la iglesia católica a los comedores o merenderos de los barrios populares no es sólo por el centro urbano del AMBA y que los obispos, la conducción de la grey, le ponen un freno a quienes vapulean a la tarea de la solidaridad con y entre pobres, que llegó al escándalo de retener alimentos, encima adquiridos por la anterior gestión, desabasteciendo a los hambrientos de todo el país.

Así el cardenal y arzobispo cordobés, formado en la Compañía de Jesús, los llamados jesuitas, demostró estar en sintonía con las misas dadas por otros obispos del país, el caso de este miércoles 19 en el conurbano bonaerense, partido de La Matanza, que encabezó el presidente de los obispos y titular de la diócesis de San Isidro, Óscar Ojea, junto a casi una decena de obispos y curas villeros, como otras misas con el mismo sentido en la diócesis bonaerense de Merlo o en la ciudad balnearia de Mar del Plata.

“No venimos a ponernos bajo ninguna bandera, ni en contra de ninguna otra. Eso sería empobrecer, desmerecer, quitarle dignidad a lo que pretendemos que es algo mucho más grande. Es el agradecimiento”, inició Rossi con su solideo (el gorrito o casquete de seda) color rojo, que es símbolo de los cardenales católicos en el mundo, quienes tienen la responsabilidad de votar y ser elegidos pontífices.

“No venimos a embanderar nos sino a embanderar a quienes, en todos los tiempos, y sobre todo en el nuestro, realizan la maravilla de cuidar fragilidades. Estas mujeres tienen claro que ante la dignidad pisoteada no nos está permitido los brazos cruzados de los indiferentes, o los brazos caídos de los fatalistas. El servicio de estas mujeres no es una opción sociológica, no es una opción ideológica, no es la moda de un pontificado. Es una exigencia teológica”, y citó Rossi el Evangelio de Mateo 25, el protocolo con que seremos juzgados dice el Papa Francisco.

Asimismo, el cardenal y arzobispo cordobés puso el foco en “la obligación cívica de alimentar al excluido. El compromiso obligado con el marginado. Compromiso que heroicamente, cada mañana, estas mujeres lo ratifican con un ejercicio practicado en claves de afecto, de humanidad. Las embanderemos no por estadistas, por politólogas, asistencialistas, no por militantes, las embanderamos por algo mucho más grande, por ser madres. Ellas nos dejan bien clarito que ser solidarios en el mundo de hoy no es la práctica de algunos gestos amables y esporádicos. Si no que hace a nuestra identidad de personas. Ellas nos ayudan a no contagiarnos, dice el Papa, con los síntomas de una sociedad enferma, porque busca construirse de espaldas al dolor, que encima tiene el descaro de criticar, juzgar y condenar sin distinciones a quienes hacen lo que quizás nosotros, por flojera o cobardía, no nos animamos a hacer”.

Para este líder religioso, desde el atrio que llevaba una manta con la leyenda del obispo asesinado Enrique Angelelli, las mujeres de los comedores y merenderos comunitarios “no solo dan de comer tienen la capacidad de escuchar el grito de los que viven en aguas turbulentas, el grito de los pobres, el grito de los pequeños que sufren hambre, el grito de los que vienen dados vueltas por la droga, ellas saben bien y nosotros también no es solo dar de comer”, y siguió sin leer: “entre plato y cucharonazo va el corazón, le cuentan cosas, le lloran y le comparten la vida”.

Y volviendo Rossi sus ojos a su homilía escrita en papel: “Ellas nos interpelan a hacer protagonistas, parte de la solución de este drama, esta lucha, y no convertirnos en meros espectadores de esta tragedia, contemplando esta película de terror desde la butaca de nuestra indiferencia, de nuestra negligencia cómplice”.

Para concluir su prédica, aprovechó para contar una experiencia que vivió en carne propia con Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, en la década del setenta cuando era el superior de los jesuitas en el colegio Máximo, en la localidad de San Miguel, en la provincia de Buenos Aires. “Bergoglio siendo rector del seminario nos llamó a Alejandro (por Mancuso, uno de sus obispos auxiliares presentes en la misa) y a mí para abrir un comedor en uno de los barrios sencillos detrás del seminario. Le dijimos mañana armamos el proyecto. Y nos respondió que ‘nada de proyecto, mañana se estrena el comedor’ y agregó ‘el hambre no puede esperar un mañana’. Y así fue. Al otro día a las siete de la mañana, con doña Carmen, una de ustedes, la conductora heroica del trabajo, un toldito para cubrir el sol, una olla grandota, leña, y comida generosamente donada. Al año se fundó el hogar, pero comenzó así”.

Al concluir el líder religioso miró a las mujeres y les pidió a las mujeres solidarias “que no le aflojen y a la Virgen que nos siga cuidando”.

Días atrás el líder de la iglesia en Córdoba realizó un encuentro con dirigentes políticos, desde el gobernador Martín Llaryora, pasando por el senador nacional, Luis Juez (jefe del bloque PRO), el diputado nacional, Rodrigo de Loredo (jefe del bloque UCR), y otros 80 dirigentes políticos para pedirles “poner a la persona en el centro de la política y de las políticas, y no al mercado”.