Durante años las organizaciones sociales fueron un agente de contención social en los tejidos más profundos de nuestra sociedad. Desde la dictadura militar que impuso un modelo económico utilizando la tortura, la desaparición y la muerte; el radicalismo que no pudo dominar el embate de la economía; el gobierno de Carlos Menem alineado al primer mundo americano; una Alianza armada para derrotar al peronismo, pero no para solucionar los problemas de la gente; una esperanza que desplegó Néstor después de la mayor crisis institucional de nuestro país; la asunción de Cristina; la vuelta del neoliberalismo con Macri; Alberto y sus desastres, hasta la llegada del Mesías de las “fuerzas del cielo”-
Ese mesías, quien después de un brutal ajuste, la fallida ley de Bases y su gira mundial al estilo de la diva del pop, pero intentando convertirse en el salvador de países como España imponiendo su pensamiento económico, que por estas horas intenta dar una gran pelea con su único salvavidas de plomo: el FMI.
Sin embargo, para poder realizar todas estas trapisondas fuera de nuestro país, tiene la necesidad de destruir el tejido social, que hasta hace unos meses vienen conteniendo las organizaciones sociales, que hoy se convirtieron en el mal de nuestra Patria.
Seguramente hay innumerables errores cometidos, los cuales se deben analizar y si hay irregularidades denunciar. Lo que no tiene en cuenta el presidente es que: no se puede prescindir de un día para el otro de aquellos que durante años pusieron alma y vida para evitar desastres mayores.
Porque sin haber hecho ningún máster en economía social, asistencia sanitaria o contención social, miles de hombres y mujeres a lo largo y ancho de nuestro país le pusieron el pecho, abrieron sus corazones y las puertas de sus casas para combatir el desempleo armando unidades productivas, al virus llegado de la lejana China, abriendo centros de cuidado, ollas populares, apoyos escolares, huertas, reciclando basura, tratando de crearse su propio trabajo, repartiendo barbijos, alcohol y lavandina.
Porque ahí radica el problema, en la falta de trabajo, no solo en nuestro país, en el mundo. No obstante, parece que todavía vivimos un sueño: el de la movilidad social ascendente, esa que nos da acceso a la cultura y la posibilidad de un trabajo digno, que algunos pregonamos desde los años 50.
La que nos permite escalar a la “soñada clase media” y dejar atrás la pobreza. De todas formas hay un problema: el desempleo se mantiene, no es más alto que el de hace un año atrás. ¿Qué nos pasa a los argentinos? En Argentina hay deterioro en las condiciones laborales, no hay pérdida de trabajo, hay degradación de las condiciones laborales, hay personas que a diario aún con un trabajo formal ven la caída de su salario, de a poco se van convirtiendo en nuevos pobres, con trabajo, no son desocupados y salen de esa sociedad que soñamos la de la inclusión e integración.
¿Cuál es el plan? la desarticulación de las organizaciones sociales, romper la comunidad organizada que hasta hace un tiempo accedía a nuevos derechos, a obras públicas que contribuyen al mejoramiento de nuestras barriadas, todo esto en base a denuncias en irregularidades en “comedores”, “planes sociales” y “obras públicas de la Secretaría de Integración Socio Urbana” que estigmatizan, amedrentan y meten miedo, no nos equivoquemos el plan de Milei es quedarse con el capital político de las organizaciones sociales, el monotributista, el cuentapropista, en síntesis con los trabajadores de la economía popular, social o circular, con aquellos que durante años las “orgas” fueron conteniendo en la Unión de Trabajadores y Trabajadoras de la Economía Popular.
Obviamente esto siempre y cuando derrote la inflación y la recesión tal cómo lo viene advirtiendo el FMI. El riesgo es grande, pues de no salir todo como lo piensa el presidente es posible que termine de destruir las condiciones de vida que produce el descontrol de precios para aquellos que viven fuera de un convenio colectivo de trabajo, el que no tiene representación sindical, los profesionales independientes, las costureras, los artesanos y todo aquel que se haya inventado su propio trabajo.