Juan Bosco se enamoró del pueblo matancero. Miembro de una orden abrazó al equipo de curas villeros. Los niños y Carlos Múgica lo motivaron a su doble nacionalidad. Bergoglio lo ordenó diácono.
Por Lucas Schaerer

Al sobre color blanco lo elevó con sus brazos marrones. Clavó su mirada al cielo, aunque estábamos en el angosto pasillo del 9 piso de Libertad 731, en el microcentro porteño. Luego besó el papel. Adentro descansa la constancia de su nacionalización argentina.
Juan Bosco, su nombre y apellido argentinizado, en la vereda de la calle Libertad casi Viamonte (frente a la plaza) me contó este jueves 29 de mayo que la mirada al cielo era un agradecido a Manuel, el “negro” para los amigos, un esclavo africano que en el año 1630 quedó al cuidado de la imagen de la Virgen Inmaculada a la vera de río Luján, y que luego sería la virgen gaucha transformándose, a fuerza de milagros primero para el pueblo pobre, en la patrona de la República Argentina.
Bosco era el único africano y sacerdote que junto a otros migrantes, latinoamericanos y europeos, luego de la autorización del titular y la actuaria del juzgado número 10 del fuero comercial y civil se convirtió en ciudadano argentino.
“Hoy es mi nueva fecha de cumpleaños, como me dicen los pibes de mi capilla”, contó Jean Bosco Nsengimana Mihigo a este periodista, junto a Tamara Barbará -laica y miembro de la Pastoral Afro local- y Fernanda, otra laica que hace 25 años atrás conoció al cura ruandés, en la parroquia Jesús Salvador en Lugano I y II, como se conoce a esta zona del barrio por las grandes torres. Fueron sus “hijos”, la motivación a nacionalizarse, esos niños matanceros de jardín y primaria que lo rodean, lo interpelan, lo miman y lo desafían. Lo quieren tanto que una de esas niñas le compró hace poco una peluca para que no se sienta mal por ser calvo. Son tan especiales los pibes matanceros de la Capilla Nuestra Señora de Luján que uno de ellos quiere ser periodista, porque conoció hace unos años a uno que fue a la capilla-casa de los chicos en el barrio 17 de Noviembre, en Villa Celina, partido de La Matanza, en la periferia del distrito más populoso del conurbano bonaerense donde durante años no había cura y no llegaba el obispo, menos las autoridades municipales.
“Señor: quiero quererlos por ellos y no por mí. Señor: quiero morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos. Señor: quiero estar con ellos a la hora de la luz”, esta parte de la oración del mártir de los curas villeros argentinos, Carlos Múgica, fue el otro signo para nacionalizarse argentino.
Terror a la Argentina
Bosco tenía miedo de venir al fin del mundo. Cuando su orden, los Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y María, lo envió a la Argentina se aterrorizó. Fue su madre quien lo tranquilizó: “Allá está la Virgen con Manuel. No te preocupes. Estás bendecido”. Su mamá y su abuela miembros de la extensa “Legión de María” estaban informadas de la aparición de la madre de Jesús al fin del mundo. El sacerdote de 59 años tiene un hermano y dos hermanas. Nació en un barrio con calles de tierra pero su familia tiene sangre de la realeza local. Tiene un tío obispo. Cuando en el año 97, el Padre Bosco conoció la Argentina se hizo amigo de los adolescentes que iban a la iglesia Jesús Salvador.
De allí su amistad con Fernanda, hoy con 40 años, madre de una chica de 5 años y discapacitada, por la excepcional enfermedad de Dravet, que tan sólo registran 80 familias en todo el país. Por ella el sacerdote fue a pie desde el juzgado hasta las puertas del Congreso Nacional. Allí reclamaron con otros cientos de familiares y profesionales de la salud o de la educación para que el Estado Nacional, en manos de Javier Milei, dejé de ajustar sobre los profesionales que asisten a los discapacitados. “Diego Spagnuolo ( titular de la Agencia Nacional de Discapacidad): “Te cambio el telepase x la salud para nuestrxs hijxos” es la frase que escribió Fernanda en una lámina que sostenía su amigo el cura ruandés y ahora argentino desde la calle en la esquina de las avenidas Callao y Rivadavia.
Filósofo y escritor
El prejuicio sobre los africanos es enorme. En occidente está a la orden del día y en la iglesia católica. Bosco contó en detalle su periplo para rendir examen donde los propios catedráticos, más los miembros de su propia orden, desconfiaban que por ser ruandés pudiera rendir examen en la Universidad Católica Argentina (UCA).
“Mi alimento es la filosofía”, afirmó Bosco en una pizzería antes de probar, por primera vez, una fainá. El sacerdote relata en detalle que los grandes filósofos, Platón y Aristóteles, estudiaron en Alejandría, que hoy sería Egipto, y que antes esa región donde hoy se ubica Libia, Etiopía, yendo hacia el mar Rojo, era llamada Kemet, traducido tierra o piel negra.
“Un día en un examen para la licenciatura de Teología Dogmática señalé que Hegel era un racista y mentiroso. Porque decía que África no tenía historia. Cuando es al revés. Nos robaron y se apropiaron de nuestra historia como la espiritualidad. La Biblia es africana. De hecho la primera está en Londres”, añadió este religioso, que se convirtió en párroco itinerante junto a Daniel Echevería, por decisión del obispo Eduardo García, titular de la diócesis de San Justo, una figura eclesial poco usual en la Argentina. Además Bosco y Echeverría integran el Equipo de Sacerdotes de las Villas y Barrios Populares.
El pueblo matancero evangelizó al cura ruandés-argentino. En la pandemia del coronavirus Bosco dejaba el pan en la vereda junto a una reja. Una de las vecinas hizo una foto y difundió el proceder del sacerdote: “Nos tiene alejados como les pasa a los leprosos en la época de Jesús”. Esa frase con la foto lo hizo recapacitar. Iba a cada casa con la comida. Tres veces se contagió de covid. Un día recibió, por intermedio de otra persona, un mensaje alentador del Papa Francisco. Valoró su coraje.
No olvida Bosco a Bergoglio. “Me ordenó diácono y me dijo algo inolvidable: ‘El diácono es ser servidor para siempre'” y agregó el religioso haciendo teología del bar: “Fijate que en cada lavado de pies Francisco se cruzaba la estola de lado, desde el hombro izquierdo al derecho. Esto representa el diaconado, el servidor”. Y cierra el tema diciendo: “El Señor confió el servicio sagrado a la iglesia, no el poder (la jerarquía) sagrado”.
Haciendo lío
“Tengo escrito el libro María de Nazareth: negra villera”. No anda con chiquitas este sacerdote del barrio periférico de 17 de Noviembre, en Villa Celina.
Entre sus tareas de párroco itinerante, sus clases en distintos puntos del mundo (mañana viaja a Honduras), su impulso a la nueva Pastoral Afro Argentina y el comedor comunitario también se hace tiempo para escribir.
Nsengimana Mihigo habla del Cantar de los Cantares (libro del Antiguo Testamento) y contó que las traducciones muchas veces en castellano, en francés y en inglés, traducen mal: ‘Soy negra, pero hermosa’, en realidad la traducción del griego o del hebreo es: ‘Soy negra y hermosa’ (Cantar de los Cantares 1:5), entonces la negritud de María se puede justificar o deducir desde allí”.
Tanto el judaísmo como el cristianismo han explicado la historia del Cantar de los Cantares como una alegoría que representa el matrimonio entre dios y su pueblo o (a partir del Nuevo Testamento, es decir la Biblia católica) entre Cristo y su Iglesia o, incluso, la interpretación a la que alude Bosco, entre la Virgen María y el pueblo cristiano.
Se vuelve en el 56. Directo a la tierra matancera rodeado de talleres textiles clandestinos y venta de drogas. El Padre ruandés-argentino prefiere el transporte público que los autos de lujo con chófer que tanto usan los monseñores africanos.
La Argentina lo evangelizó y él evangeliza a los argentinos.