Por Matías Ojeda.
Antes de leer: No, no me voy a meter con el material original de la escritora Florencia Etcheves quien, pese a tener participación, no es más que otro aderezo en la peor cinta de Netflix del primer semestre del 2020. Nada más voy a enfocarme en la película y a darle palazos a diestra y siniestra, tal monstruo de Frankenstein.
Hagamos un rebobinado al año 2018, esos tiempos en los que podías salir sin tapabocas y estrechar manos sin miedo a que te dé un virus chino de nula vacunación. Entonces la cartelera nacional estrenó “Perdida”, un film de thriller estelarizado por Luisana Lopilato y Joaquín Furriel que rompió la taquilla. Ojo, no confundir con “Perdida” del norteamericano David Fincher que, si bien no fue de mi agrado, está mil de kilómetros mejor realizada de lo que hicieron en nuestras tierras. Y, bueno, consideremos que el cine argentino no se destaca por manejar muy bien la ficción de género, por lo general se apunta al cine de arte y ensayo que, ¡che!, ¡tampoco está mal!, el problema llega cuando pretendes volantear una 4×4 y tu única experiencia radicó en manejar bici con las rueditas traseras. Es decir, para manipular este tipo de relatos ficticios hace falta tener cancha. Sobre esto el gurú de la escritura cinematográfica Robert Mckee, en su libro El Guión, aconsejó que, muy burdamente, para el manejo de un género primero hace falta dominarlo y así no caer en baches predecibles. Pese a que Perdida se mandó a cara de perro, sin ningún tipo de experiencia de parte del equipo creativo, consiguió el suficiente presupuesto e inversión para que Netflix le diera luz verde a una precuela (film que se ubica cronológicamente antes de los acontecimientos del primero) y se tituló La Corazonada.
Y ahora es donde traemos al director de turno, Alejandro Montiel. Este muchacho destaca por tener una filmografía en la que sólo resuenan celebridades: Abzurdah, El Hilo Rojo, El Desafío, y la ya mencionada Perdida. Como dato de color cabe destacar que ninguna de sus cintas supera el 6/10 en Fillmafinity o IMDB. Aun así, no vamos a concentrarnos en la opinión general, ya que algunos pueden tildarme de influenciable por las masas. Debido a esto, leamos qué dijo él mismo en una entrevista acerca de La Corazonada en el medio A Sala Llena:
“La verdad es que no le tengo miedo al cliché, a veces pensamos que el espectador vio todo y sabe siempre por qué lugar va a ir la historia y un lugar común puede ser una sorpresa, también. Una de mis grandes maestras fue Aida Bortnik, a quién siempre veneramos y queremos seguir sus ideas sobre cómo pensar un guión de género. No hay que tenerle miedo al cliché, siempre que estés diciendo algo importante, esa es mi idea principal cuando pienso en películas como estas”.
Es interesante por lo menos dos cosas de esta cita, en primer lugar, que Montiel menciona a la escritora Aida Bortnik. Esta mujer consiguió algo poco común no solo en Argentina, sino en los países latinos: destacar en un género narrativo. Bortnik fue la guionista responsable de varias cintas en la filmografía argentina. Entre ellas, La historia oficial (primer film nacional ganador del Oscar), Tango Feroz, Caballos Salvajes, La Tregua, y Cenizas de paraíso, entre otros. Una mente que resaltó en todos los aspectos posibles en lo que narrativa refiere, de hecho, es irónico, pero Montiel no logró exprimir ni un gajo de todo esto. En segundo lugar, Montiel esgrime su respeto por Bortnik para respaldar su uso de clichés. ¡Y guarda, no está mal usar clichés! El problema es convertirlo en el plato principal es entonces cuando la audiencia comprende que tenes menos creatividad que un gnomo en estado vegetativo. Tampoco es que yo esté sacando las palabras del director de contexto, ahí tienen la cita, ahí tienen el link al medio de comunicación ASL, son sus afirmaciones. Y, además, también son los errores que impregnan su film.
La Corazonada está repleta de clichés de principio a fin. No hay factor sorpresa. Ni siquiera se las ingenia para dejarte pensando, olvídate. Montiel solo quiere que la historia avance, aunque tenga que hacerlo a carreta y latigazo limpio.
Otro problema molesto de la cinta que me llenó los oídos de punzadas de dolor es la banda sonora. Por dios, que ganas de romper tímpanos. Es más, estoy seguro que el compositor Nico Cota se inspiró en algún juego de 8 BITS de la época en que el Nokia la rompía en ventas. Literal que el tercer acto, en un clímax que intenta parecerse al espagueti western italiano, parece que oímos de fondo al Tetris. ¡Dale, papá! ¡Media pila! ¡No te pido que seas Hanz Zimmer, John Williams, ni siquiera un Mala Fama!, pero ponele tensión hermano.
Ya en el plano actoral nada que agregar. Lo de Lopilato es insufrible, ya desde el inicio sus diálogos son más dignos de un robot que de un ser humano. Ni hablar de sus muecas, pareciera que esta disgustada por comer un bombón relleno de cemento. Está bien, a ver, su personaje es así, poco carismático, aun así, no justifica que se comporte de una manera tan inexpresiva. Malísimo. Es de robot. Joaquín Furriel también decepciona, aunque no tanto como Lopilato que es la cara de la película. Sobre esto último, leí en muchos lados que los actores ni siquiera se creían la historia, pero a mí no me interesa, eso es una cuestión técnica que no debería verse reflejada en pantalla ni de chiste.
Otro problema más, y ya voy terminando que, si no estaría muchísimo tiempo, es la saturación de subtramas. Demasiadas historias que al final no conducen a ningún lado o, peor aún, no aportan nada ni al arco de personajes ni a la historia principal. Eso sí, lo de Maite Lanata retirándose con cara de Hannibal Lecter en plan “JA JA JA YO LO TENíA PLANEADO” da vergüenza ajena. Y no por vos Maite, que sos una gran actriz, sino por ese personaje bocetado con los pies de un cojo que te tocó interpretar. Al final la mayor parte de los personajes te dan cringe.
Ni hablar del modo CSI nacional cuando el manejo de casos en argentina es deplorable. ¿Y me venís a decir que porque mataron a una piba drogadicta van a mover cepillar todo el escenario de pies a cabeza? ¿Y qué encima los investigadores tienen unas oficinas que parecen del FBI? No!!!.
Igual voy a destacar una sola cosa de todo esto, algo así como el lado bueno de Frankenstein, y es que la cinematografía es excelente. Aplausos para Guillermo Nieto que fue el único en hacer las cosas bien.
Me gustaría terminar la nota acá, con esa positividad pero va a ser imposible. Perdón, pero el entrevistador de la nota de A Sala Llena se le ocurrió preguntar por una posible secuela y Montiel no reparó en gastos:
“Bueno, una trilogía y también una cuarta parte. Ya lo hablamos con Luisana y estamos con muchas ganas de extender el universo de esta serie de novelas, siempre dentro de un concepto de adaptación libre de los textos. Creo, además, que hay un público al que le gustan estos proyectos, este género y el personaje de Pipa, que se va complejizando con el correr de las historias, aquí vimos parte de ese camino de crecimiento, habrá que ver que le depara la siguiente película”.
Tuve una corazonada: Esto se va a poner feo