Se intensifica el conflicto entre el gobierno y el sector agropecuario por la exportación de maíz
Por Trinidad López
Dicen que las segundas partes no siempre son buenas, y está no parece ser la excepción. Tal como en el 2008, el conflicto con el campo se empieza a intensificar lenta, pero inexorablemente. Por aquella época el detonante fue la retención a la soja, y la prohibición de exportación del maíz.
Ayer como hoy, los actores son casi los mismos, por un lado, el gobierno, y por el otro, “el campo”, con la mesa de enlace a la cabeza. Mismos actores, casi la misma pelea, pero con un final aún incierto. La única certidumbre por estos días es que se sabe como empezó el conflicto, pero no en lo que puede derivar, y la oposición esta ansiosa de que esto prospere, dado que está falta de ideas para enfrentar a un gobierno que la viene primereando en todo.
Por ahora, el escenario es de asambleas en las cooperativas, por el lado de “el campo”, y la preparación del “lock down” patronal desde el lunes al miércoles, más allá de que el gobierno resuelva al final no impulsar la prohibición de exportar granos. Lo que va quedando claro, que además de estar en contra de la medida económica del gobierno, van a usarlo políticamente para jugar al desgaste.
Como critica, hay que decir que a veces una no termina de entender hacia donde va Alberto, porque ya ha pasado que nos embarcamos en una pelea como la de Vicentín, y de buenas a primeras, ante la menor presión, se termina cediendo en el planteo, y nos deja a todos con sabor a nada. Lo peor que puede pasar en política es no sostener lo que se propone, y la oposición está todo el tiempo midiendo fuerzas, pero el gobierno se queda planchado, y pareciera que pueden más las encuestas de opinión que las políticas públicas.
La pelea con el campo viene de lejos, y parte de esa pelea es que no hemos podido resolver ni llegar a un consenso acerca de que tipo de desarrollo queremos llegar. Cuando no están claras las líneas estratégicas de la dirección política los errores de cálculo como este, y las marchas atrás, suelen generar debilidad. Tal vez es momento de que el gobierno, antes de tomar decisiones de las cuáles se va a arrepentir más tarde, se pare a pensar cual es el destino futuro de la Argentina. La militancia está deseosa de acompañar un proyecto claro, contundente y que posicione al país entre los mejores del mundo.
De lo contrario, corremos el riesgo de seguir girando en falso, sin rumbo, y apelando a defender causas en las que ni los dirigentes creen. Y la militancia, después de un año de poner el pecho en los barrios frente a la pandemia no está para que demos un paso para adelante y dos para atrás. Si vamos a pelear, al menos que quede claro el para qué, dado que todos y todas vamos a estar de pie en el campo de batalla.