Hace 45 años ocurría el martirio de Carlos Ponce de León, el obispo argentino que encarnó con coraje los preceptos del Concilio Vaticano II. Télam estuvo en la ciudad de San Nicolás con su última comunidad, que lo ama y no lo olvida.
POR LUCAS SCHAERER
Carlos Ponce de León primereó. Fue el obispo que se jugó de cuerpo y alma, con parresia en términos eclesiales, por el pueblo. Fue fiel a la iglesia que renacía, a mediados de la década del ’60, con el Concilio Vaticano II. Tras 57 años de los acontecimientos históricos más importantes de la mayor y más antigua organización espiritual y terrenal de occidente, que duró cuatro años de sesiones, con 2450 obispos de todo el mundo, y de allí se puede comprender las razones de un complot contra el obispo en la diócesis rural e industrializada de San Nicolás que organiza y ejecuta la última dictadura militar.
Durante el Concilio II, en ese momento auxiliar en la diócesis de Salta, Ponce de León participó en tres períodos (del 11 octubre al 8 diciembre 1962; el segundo del 29 septiembre al 4 diciembre 1963, y el último, del 10 septiembre 1965 al 8 diciembre 1965.) en la Santa Sede. Años después él junto al obispo en la provincia de La Rioja, Enrique Angelelli, ambos Padres conciliares, fueron asesinados, casi con un año de diferencia, con el mismo método: simulando un accidente vial. Angelelli por un juicio oral y público en el 2014 se determinó que su vida fue quitada en un complot. Mientras que Ponce de León desde hace 45 años que su causa sigue atada con los hilos de los genocidas. Recién hace un mes atrás se logró, en la Cámara de Apelaciones de la ciudad de Rosario, que se exponga la pericia realizada con las más avanzadas técnicas informáticas de reproducción de accidentes. El llamado software PC-CRASH muestra que el relato del chofer de la camioneta que impactó al obispo con su auto es mecánicamente imposible. Asimismo, gracias a las fotos de los vehículos, se reconstruyó en un video cómo fue la colisión. El resultado es lapidario: a Ponce de León lo estaban esperando y le cruzaron la camioneta a modo de barricada.
El pueblo sabe que lo mataron los milicos. Por más que aún no se concretó una investigación bajo la carátula Lesa Humanidad. En las sobremesas de San Nicolás se habla así. Desde los curas, los creyentes de a pie, en los bares o en las casas hasta el más sentido común como los militantes políticos, en derechos humanos o sindicales, todos saben que fue una venganza con el obispo que enfrentó al terrorismo de Estado en favor de la vida, sin importar la creencia religiosa o política de la persona perseguida o secuestrada.
“A Ponce lo conocí en la cárcel. Gracias a él puedo decir que estoy vivo porque logró que mi secuestro sea reconocido como detención, lo que llamábamos blanqueo”. Me lo confesó Alfredo Sechi y recordó que, a los 28 años de edad, era trabajador en SOMISA, y uno de los más de 200 delegados gremiales, él pertenecía a la agrupación Felipe Vallese, de la planta metalúrgica estatal. En junio de 1976 un grupo de tareas, todos hombres armados encapuchados o la cara pintada, golpearon con violencia la puerta de su casa, por la madrugada, en la ciudad de Ramallo. “Fue el obispo que se peleó en el juzgado federal, intervenido por los militares, y en los cuarteles. En la cárcel vino a darnos misa. De mi sabía porque antes había recibido a mi familia. También se movió por varios curas detenidos como López Molina, a quien le salvó la vida y luego se exilió”, aseveró este lunes 11, por la tarde, Sechi en la oración, ofrenda floral y cánticos por la guitarra y voz de unas monjas de clausura en la ermita por Ponce de León que se instaló en el lugar exacto de la ruta nacional 9 donde se atentó contra la vida de monseñor.
Al mediodía, en el cementerio de San Nicolás, a una cuadra y media, yendo en L, de su entrada se hizo un acto por el “Cholo” Budazzí. Un joven estudiante del colegio Don Bosco que fue secuestrado en la llamada “Noche de los lápices” nicoleña y también salvado por Ponce de León.
Anabela Longinotti, de la Mesa de la Memoria local, explicó a los presentes que “el 4 y 5 de mayo de 1977 el Cholo junto a Pablo Martínez fueron secuestrados por un grupo de tarea que los escondieron en dos centros clandestinos, unas casas, de la periferia. Luego de 40 días desaparecidos fueron llevados a la cárcel de Junín. “A ustedes los van a blanquear porque el obispo se está moviendo”. Esto se lo reconoció un militar a Budazzi y él no se cansaba de repetir tras sobrevivir a la dictadura y en las rondas de charlas de la Mesa Regional por la Memoria, que incluye a los pueblos de Ramallo, Pergamino hasta Lincoln. “En la cárcel otro militar les mostró la tapa de un diario local y les dijo: ‘miren lo que le pasó al obispo’.
El memorial o plaza en el cementerio por “Cholo Budazzi” tiene impreso en las chapas frases en latín, así firmaba el ex estudiante secundario secuestrado. “Nuestra fortaleza es la solidaridad organizada”. Uno de los creadores del memorial, Agustín de Arquitectos al Sur, explicó que “esto son espacios antimonumento. No es sólo observar. Queremos que sean habitados y pensados. También estamos trabajando un proyecto en la ruta donde mataron a Ponce de León. Todo esto gracias al hormigón que aportó la UTEP y el Movimiento Evita como las placas de acero del gremio de la UOM. Todos recursos cooperativizados”.
Por la mañana hubo ofrenda floral y el encendido de un cirio pascual ante la sepultura de Ponce de León. “Es un signo de los tiempos encontrar la catedral así”, reconoció en voz alta Eduardo Caram, llegado desde la ciudad de Viedma y quien fuera laico de Acción Católica en Zárate en la década del ‘70. “El día de la misa del entierro de Don Carlos había una multitud de gente, muchos jóvenes”, soltó Caram a este cronista.
La catedral se encuentra entristecida. No recupera fuerzas tras un incendio de hace cinco años. Hasta parece abandonada. Tampoco es menor que no estuvo presente en el homenaje el obispo local, Hugo Santiago. Tan sólo un puñado de personas, entre ellos alumnos de secundario que fueron a realizar un trabajo práctico.
“Alfie Kelly era un sacerdote amigo de Ponce de León quien además era su confesor”. Esto recordó Ramiro Varela, un representante de la congregación de los Palotinos llegado desde la Ciudad de Buenos Aires, y añadió que la llamada Masacre en la iglesia de Belgrano incluyó a tres curas, entre ellos Kelly, y dos seminaristas. Otra causa de mártires de la iglesia que sigue impune.
Por otro lado, Fátima Cabrera, quien fuera catequista en Cristo Obrero en la Villa 31 con el Padre Carlos Mugica, y luego secuestrada por la dictadura junto al sacerdote irlandés Patricio Rice clamó “por el cura-barrendero, Mauricio Silva. Su desaparición aún sigue impune. Es un mártir”. Fátima conoció en la década del ’70 a la Fraternidad Hermanos del Evangelio del santo Carlos de Foucauld y allí a Rice, a quien luego de la prisión y ya exiliados en Venezuela se volvieron a encontrar, se enamoraron y conformaron una familia de tres hijos.
“45 años después la vida le gana a la muerte. Los adoradores del dinero, la guerra, nos quieren metidos adentro, sin esperanzas. Pero acá, hoy, como en un pesebre, renace la esperanza porque sabemos que otro mundo es posible como dice el Papa Francisco”, afirmó en la catedral Ángel “Lito” Borello secretario de Derechos Humanos de la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP).
En un comunicado la secretaría de Derechos Humanos de la Confederación General del Trabajo (CGT), con la firma de por Julio Piumato y Maia Volcovinsky, da su apoyo para “que la justicia en democracia enmiende las actuaciones encubridoras de la dictadura…la causa judicial bajo la carátula lesa humanidad permitirá seguir el camino de la verdad, que en definitiva es un proceso de sanación, no venganza, para toda la comunidad de San Nicolás, la iglesia católica y el pueblo argentino”.
El domingo en la ermita por Ponce de León, en el lugar exacto donde fue asesinado, en la Ruta Nacional 9, localidad de Ramallo, Aníbal Pollacchi, sacerdote de 84 años y titular de la Comisión Diocesana por el obispo mártir, celebró una misa en su memoria.
Una alegre misionera nicoleña, Adriana Pesci, me inspiró el título de este artículo cuando retomó las características del pastoreo de Ponce. “Primereó en la acción misionera. Pedía ir a las periferias. Además, a los laicos, religiosos y sacerdotes los reunía durante una semana en La Montonera, de la localidad de Pilar, para discernir el plan pastoral de la diócesis”.
Le sumo, a modo de diálogo, más que un reportaje, que esto era eclesialidad (todo el pueblo de Dios) y sinodalidad (debate democrático y asambleario). “Como impulsa el Papa argentino”, replicó la misionera con una sonrisa.