Sobre planes y planeros

Desde hace un tiempo escucho y veo a muchos hablar sobre el programa Potenciar Trabajo y sus beneficiarios, los cortes de ruta y el costo que esto implica a las arcas del Estado.

POR GABRIEL BRITO

Desde hace un tiempo escucho y veo a muchos hablar sobre el programa Potenciar Trabajo y sus beneficiarios, los cortes de ruta y el costo que esto implica a las arcas del Estado.

Lo que siempre me pregunto es si aquellos que hablan conocen las periferias, si caminaron por los pasillos de una “villa”, entraron a alguna de las casillas o si alguna vez intentaron compartir una mesa con alguna de las familias que viven en condiciones indignas.

Sabrán los periodistas lo triste que es vivir en calles de barro, cuando el día que llueve se pierde el derecho a salir sin terminar enchastrado o caerte en medio de la calle.

Allí pierdes el derecho a ir a la escuela, al médico, salir a changuear o salir a comprar tus alimentos.

Sabrán estos eruditos de la pobreza, cómo le quedan las manos a la “planera” que debe envasar lavandina para repartir en el barrio, desarmar un palet para prender el fuego y hacer una olla con unas pocas cebollas, arroz o polenta.

Es fácil hablar desde un cómodo estudio de radio o televisión, maquillado y con ropa de marca. Lo que no es fácil es tener que levantarse a las 5 de la mañana, cambiar a tus hijos, salir de tu casa, viajar 40 o 50 kilómetros hasta llegar a la escuela donde los pibes se quedan en doble turno, para que la mamá y el papá puedan ir a “trabajar” a la obra o al taller de costura, para de esta forma llegar a fin de mes.

Sabrán estos señores que sus sueldos en blanco también son pagados con la pauta oficial de los gobiernos de turno, con dinero del tesoro nacional, el mismo lugar de donde sale el pago para esos “choriplaneros” culpables del mal argentino.

Sabrán los opinadores seriales que un pibe educado en las escuelas de la periferia difícilmente llegue a terminar la secundaria, que muchos estudiantes de nuestras universidades son la primera generación de egresados, que la industria en el mundo se achica constantemente por el uso de la tecnología. Que en Italia, España, Francia, Islandia, Alemania, Australia, también hay desocupados, que son asistidos por el Estado. Con una gran diferencia: allí no falta el agua potable, las cloacas, vivienda digna y la posibilidad de recibir una alimentación saludable.

Es muy triste salir a cartonear, buscar comida de la basura y romperse el lomo en una cooperativa cavando zanjas para hacer obras de infraestructura dentro de los barrios populares, donde las “grandes empresas” se niegan a hacer determinados trabajos, pues no son tan rentables como las grandes obras donde se juegan cientos de millones de dólares.

Los trabajadores y trabajadoras de la economía popular en plena pandemia se ocuparon en los barrios del plan de vacunación más grande de la historia, de cocinar para el barrio, de la desinfección de las periferias, estuvieron en la trinchera, sin conectividad, sin poder enviar a los chicos a la escuela, dando apoyo escolar, asistiendo a los vecinos, colaborando con los municipios, con la provincia y nación, llevando el estado al barrio para que el virus venido de la lejana China no se cobrará más vidas, sin olvidar que muchos pagaron con su vida la solidaridad. Salieron en busca de quienes más lo necesitaban y hoy se los cuestiona, se los estigmatiza y denigra, como si fueran los únicos culpables de los errores de la política argentina.

Hoy hay que comprender que la economía popular es trabajo, hay que formalizarla, y no tomar casos aislados que la degradan, hay que buscar políticas públicas que ayuden a sus trabajadores a no avergonzarse, a no solo ver al que corta la calle, pues es muy probable que en el hogar de muchos la empleada doméstica, el jardinero, el pintor, el electricista, los que limpian la calle, los que podan los árboles, pintan la escuela o mantienen la plaza del barrio, sea también un ciudadano que cobra un Potenciar Trabajo.