Por primera vez en un Tedeum interreligioso, en la Catedral, habló un presidente. Por otro lado, en la plaza de Mayo la vicepresidenta se despidió con “Dios y la Virgen”. La fe une lo distante.
Por Lucas Schaerer
La centralidad de Dios. En una Nación que tiene raíces en la fe católica, retoma ese camino en la escena pública. Fue muy evidente este 25 de mayo, por la celebración del primer gobierno patrio, algo inédito, irrepetible, totalmente particular. El presidente y la vicepresidenta hablaban por separado, por diferencia de horas, pero el contenido remitía a la misma creencia.
La Catedral y la Plaza de Mayo. El palacio y la calle cortados por la angosta avenida Rivadavia a esa altura.
El aguacero amenazaba desde temprano con arruinar a los trabajadores de las parrillas callejeras, con bondiolas y choris. Para llegar al Tedeum (“A ti Dios”, se traduce, la oración tradicional por el primer gobierno patrio) uno debía atravesar la música de los bombos, redoblantes y trompetas y la mirada se llenaba de más folckore popular: afiches callejeros, banderas y los estandartes. La cara de Perón, Evita y otros líderes eran el clima político que rodeó la Catedral de Buenos Aires. Fue en ese ambiente que se despidió de sus funciones desde hacía diez años, el arzobispo y cardenal primado, Mario Aurelio Poli, sucesor de Jorge Mario Bergoglio, cuando fue ungido como Papa.
Dentro del gran templo católico frente al altar, en primera fila, estaba el presidente de la Nación Alberto Fernandez. Pasillo de por medio, del lado derecho, el jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta. Ambos se despiden este año de su cargo y también vivieron su último Tedeum. Pero el presidente logró un hecho desconocido . Así lo reconoció Guillermo Olivieri, el secretario de Culto de los últimos cuatro gobiernos nacionales peronistas, que fue tomar el micrófono para hablar. Tras el canto al unísono del himno nacional fue Fernandéz frente a Poli, sus obispos auxiliares (con excepción del obispo villero, Gustavo Carrara) y 14 referentes religiosos de otros credos que reconoció la ayuda del Papa Francisco a la Argentina y su gobierno. “Pido rezar por él, como por cada uno de los argentinos”. Poli con la mitra episcopal asentía con la cabeza.
Afuera de la catedral sonaban los bombos y se agitaban los dos dedos en V a la espera de escuchar el discurso de la vicepresidenta de la Nación y líder mayoritaria del campo nacional y popular. Cristina Fernandéz habló ante una multitud a partir de las 15.30. A los minutos la lluvia se desató. Las 200 mil almas estimadas no se movían de allí.
La prédica patriótica de Cristina tuvo pinceladas de su sentida fe. La convocatoria tuvo eje en los 20 años que Néstor, su marido, asumió el Poder Ejecutivo nacional.
La imagen habla más que mil palabras. Cristina no se quita el Rosario al cuello. La primera señal, que por lo general se omite en los análisis políticos. Se pasa por alto sin indagar su profundidad.
Luego el discurso donde brotó el espíritu patriótico rebelde, de allí la definición: “pagar buenos salarios es de buen cristiano” para cerrar el acto donde fue la única oradora: “sin el amor de ustedes, sin los Rosarios que me alcanzaron, sin Dios y la Virgen no estaría acá”.
No se ungió ningún candidato a presidente. Fue un encuentro de un pueblo, su líder y los auxiliares de conducción (los 300 invitados al escenario) para encarar la avaricia de los tecnócratas como el próximo cierre de alianzas y luego de candidatos para la próxima elección presidencial.
Lo que no se unió cara a cara, a la distancia se une en la oración.