La dictadura mudó, a punta de fusil, a miles de villeros de la Ciudad de Buenos Aires y los dejó en La Matanza. Tras más de 50 años solo falta una firma para el traspaso de tierras, sin uso, para urbanizar Puerta de Hierro y San Petersburgo.
Por Lucas Schaerer
La numerosa comunidad matancera que reza, trabaja y se organiza barrialmente tiene como punto de encuentro a la parroquia San José, que encabeza el Padre “Tano”, Nicolás Angelotti, con el respaldo del obispo local, Eduardo García, y del propio Papa Francisco que ha dedicado varios mensajes grabados, desde su casa en el Vaticano, para lograr la urbanización.
Desde la fe que los referentes barriales tienen a la iglesia San José el punto de encuentro para que su clamor llegue a Dios y a los funcionarios municipales de La Matanza, para que autoricen la última firma que permitirá transformar las villas Puerta de Hierro y San Petersburgo, llamados en su momento por el Gobierno de la Ciudad Núcleos Habitacionales Transitorios (NHT).
“Hoy quedamos muy acorralados en la planificación de la urbanización. Puerta de Hierro, por ejemplo, cuenta con un terreno, que es un triángulo, en su momento afectado al Cementerio pero en desuso. Por lo tanto, el OPISU (Organismo Provincial de Integración Social y Urbana), licita con dinero del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), alrededor de 300 viviendas allí. Con ese terreno y la licitación, el OPISU destraba la urbanización de Puerta de Hierro, que no avanzaba por la falta de un banco de tierras”, explicó el cura villero “Tano”.
Por otro lado, San Petersburgo, ya se licitó la construcción de 67 viviendas, y en los próximos meses se va licitar unas 100 viviendas. Esas dos licitaciones cubren un 20 por ciento de la totalidad de casas del barrio.
De allí que la iglesia católica y los diversos referentes barriales piden que el gobierno municipal disponga las tierras ubicadas al lado del vivero municipal y del Cementerio, que hoy están en desuso, unas cuatro hectáreas, para licitar 900 viviendas antes de fin de año y lograr en dos años la urbanización.
La sangría que inició la dictadura militar, y que la democracia busca sanar hace 40 años ahora tiene el remedio para curar definitivamente a miles de matanceros excluidos. Según datos oficiales 2710 personas habitan Puerta de Hierro y 2540 en San Petersburgo.
Las obras del Estado provincial, según los referentes territoriales, son motorizadas por OPISU (Organismo Provincial de Integración Social y Urbana) que está licitando 325 viviendas para Puerta de Hierro y 125 para San Petersburgo en el 2023. También se está cerca de la entrega de escrituras en el barrio 17 de marzo (allí viven 2898 personas), un hecho histórico, mientras que en Isidro Casanova licitaron la construcción de 98 viviendas. Además de la red de agua en Puerta de Hierro, la transformación de dos potreros en polideportivos, como mejoras en comercios y viviendas.
Los testimonios barriales
“Magí”, Magalí Vera, de 21 años, de Puerta de Hierro, explica en un informe audiovisual realizado por “La Voz de San José” (el equipo de prensa de la parroquia) como en el año 1969, la dictadura militar encabezada por Juan Carlos Onganía no tuvo mejor idea que erradicar a las familias en las villas de la Ciudad de Buenos Aires. Fue apunta de fusil que subieron a miles de personas a los camiones para mudarlos a la periferia de la Ciudad, en el partido de La Matanza. De esa violencia estatal contra los más humildes nace la gélida denominación de las villas con números: 31, en Retiro, 1-11-14 en el Bajo Flores o la 21-24 pegado al Riachuelo en Barracas.
“A mí abuela la dejaron acá. En casas chicas, sin cloaca, ni ventanas. La promesa era que esas casas serían transitorias, por seis a un año, hasta la definitiva”, contó Magí.
Por su lado, Olga Britos de Puerta de Hierro revela que fue trasladada de la Villa 3, en Soldati, “me trajo un camión verde, de la época militar, yo no podía hablar en aquella época, ni podía elegir, hoy sí”. Para Enrique Barraza “los vecinos estamos esperando hace 50 años” y Graciela García apela a los vecinos “no nos quedemos con chiquitaje. Queremos nuestros derechos. Vivimos marginalizados, hacinados”.
Walter “Tate” Deibe, aseguró que llegó con su familia a “San Peter en el año casi ’72, veníamos de villa cartón, Soldati, me acuerdo, era pibe, nos subieron en camiones. Nosotros ni pensábamos que íbamos a estar ahí”. Mientras que Olga Mosqueira sostiene que “esas viviendas precarias quedaron definitivamente por 53 años. El Estado nos tiró y nos olvidó”. Por otra parte, Rosa Goitea dijo que le dieron una “casa al fondo de todo, sólo armazón, sin puertas, ni ventanas, con baños letrinas. Mi marido trabajaba de metalúrgico. Entonces compramos ladrillos para mejorar la casa”. Otra de las vecinas de “San Pete”, Cristina Caran, explicó que “a los diez años me trajeron de la villa 31 con mi familia. Nos dijeron que era un tiempito”. Gladis Segura tiene su casa pegada a la avenida Crovara, y “fue en tiempo de militares, 1975, que las definitivas iban los militares y te sacaban porque ponían gente de ellos. Entonces quedamos en Sanpete”. Para la joven vecina, “Maguí”, “la democracia nos dejó tan desaparecidos como antes, invisibles y sin oídos que nos escuche. El Estado que antes nos reprimía ahora nos abandonaba”.
Los reclamos vecinales en democracia apuntaron siempre contra el Gobierno de la Ciudad, que, aunque vivían en provincia décadas estuvieron bajo la tutela del Instituto de la Vivienda porteño. En esa época la mayoría de los vecinos no tenían plata ni para pagar el boleto del colectivo, menos para comer tras largas horas en las oficinas estatales. La doña de apellido Segura, que porta anteojos y muchas arrugas en su rostro, confiesa que le pide “a Dios todos los días que se haga realidad la urbanización para ver a nuestra descendencia en un lugar lindo, lleno de amor y paz, donde todo sea unión, tenemos que estar unidos para lograr todo esto”.
También la voz de los más jóvenes, como Magui, clama al cielo. Saben que sus abuelos, los primeros vecinos de la periferia mantancera, los bendicen para lograr una casa definitiva y un barrio digno.
Las obras
También, Angelotti remarcó que la Comunidad no se queda en “la comodidad del reclamo” sino que lleva a cabo la solicitud desde un trabajo permanente. “Somos una Comunidad que reclamamos, pero que trabajamos. No nos quedamos en el lugar cómodo del reclamo. La Comunidad Organizada de San José, en alrededor de seis años, fue poniendo en marcha seis jardines, tres escuelas primarias, tres secundarias, Polideportivo, sala de primeros auxilios, casas sociales que articulan con el Estado nacional, provincial y municipal, clubes, más de 1.000 personas que estaban en la calle en recuperación, radio, centro de formación, propuestas de trabajo, centros de abuelos, centros de discapacidad. No es una comunidad de brazos cruzados, que reclama derechos. Es una Comunidad que no esperó, que se puso de pie, que empezó a buscar, caminar y luchar por sus derechos y a transformar su propio barrio”.
“Acá, lo que está en disputa en el territorio es narcotráfico o Estado. Y con las opciones que se toman, uno habla. Hoy tenemos miles de pibes que se están desangrando en Villegas, en 17 de Marzo, en Puerta de Hierro, en San Petesburgo a causa de la droga y de la violencia. Y las decisiones políticas son las opciones de fondo que uno hace para combatir eso. El narcotráfico se combate con trabajo, con vivienda digna, con oportunidades concretas para los pibes que van creciendo en nuestros barrios”, concluyó.
Fuente: Telam